Por Mariana Irigoyen e Luciano Monza
Surgimiento de nuevas tipologías ante los cambios epidemiológicos
Durante muchos años el hospital (incluyendo al sanatorio y a la clínica dentro del mismo concepto) ha sido la tipología paradigmática, y más habitual, del edificio de salud. Si bien siempre existieron otros tipos de edificios para la salud, a partir de finales del siglo pasado han surgido y comenzado a desarrollarse cada vez más y más variados edificios sanitarios que no responden a la tipología hospitalaria. Como todos sabemos los edificios para la salud deben responder en su programa y diseño a las necesidades de las prácticas médicas que en ellos se realizan y a las características de los pacientes que a ellos concurren. Son la materialización de los espacios contenedores donde se realizan las prácticas y políticas de salud. Por esa razón las características físicas de los edificios condicionan las terapéuticas que pueden realizarse y, especialmente, la efectividad y el resultado de estas. Esta relación hace necesario e inevitable que ante el surgimiento de nuevas enfermedades o el aumento significativo de la prevalencia de enfermedades existentes, se deban pensar y diseñar edificios que sean acordes a las necesidades de atención que las personas con estas patologías requieren. Si también asumimos que el espacio no es un elemento neutro en la atención, incorporamos los conceptos de humanización de los espacios tanto para el paciente como para el personal, y buscamos estrategias que apunten a un diseño centrado en el usuario, entenderemos con mayor razón por qué nuevas patologías requieren de la búsqueda de nuevos conceptos de edificios y de nuevos diseños. Al mismo tiempo el desarrollo de nuevas tecnologías nos permite también explorar nuevas soluciones arquitectónicas para dar respuestas a estas necesidades de atención. Los cambios epidemiológicos de fines del siglo pasado y de comienzos del presente siglo, producto del control y/o de la cura de muchas enfermedades y del aumento de la expectativa de vida de la población, ha llevado a que muchos pacientes requieran de ámbitos físicos con características distintas a las que habitualmente hemos estado acostumbrados en los edificios para la salud. Uno de estos cambios, especialmente significativo por la cantidad de personas que afecta actualmente y que afectará en el futuro, es el aumento de las patologías degenerativas por ejemplo como la Enfermedad de Alzheimer.
Centro Integral para el Tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer (CITEA)
Segundo de su tipo en Argentina y ubicado en Buenos Aires, el CITEA es un centro proyectado por ArquiSalud (Guth Irigoyen Monza) y el Arq. Eduardo Frank, exclusivamente para personas que padecen de la Enfermedad de Alzheimer. Ha sido diseñado en su totalidad según las características específicas de quienes serán sus usuarios. Es así que tanto en su definición funcional (ubicación de los locales y sus relaciones) como en la cualificación de los espacios, fue proyectado teniendo en cuenta el proceso que irá sufriendo la persona durante todo el desarrollo de la enfermedad.
Organización del edificio en función de la evolución de la enfermedad
El Centro, proyectado en planta baja más tres pisos superiores, presenta a su estructura funcional general como organizador terapéutico para lo cual se realizó siguiendo el circuito de evolución de la enfermedad. De las 7 etapas que se considera tiene la enfermedad, las primeras son las de menor compromiso neurodegenerativo y permiten que el paciente continúe viviendo con su familia y requiera solamente de diagnósticos y tratamientos ambulatorios. A medida que la enfermedad avanza y el compromiso neurológico es mayor, los enfermos requieren ser internados. La organización del edificio fue concebida para dar respuesta en sentido ascendente según la escala de deterioro del enfermo.
La arquitectura como operador terapéutico
Entendiendo a la arquitectura como una de las disciplinas modificadora de las conductas humanas y al espacio como su herramienta, consideramos que el diseño de los mismos no solo debe acompañar sino también colaborar en la acción de las actividades que allí se realicen. Las estrategias adoptadas desde la arquitectura fueron: generar un edificio de escala doméstica con espacios “no institucionalizados” proponer entornos reminiscentes y seguros, diferenciando aquellos en donde se duerme de los de la vida diaria ampliar la información del paciente estimulando su autonomía diseñar exteriores adaptados. Una de las características es que todos los espacios del Centro fueron proyectados para la libre circulación de las personas con movilidad reducida, estimulando de este modo la mayor independencia posible del paciente, por lo cual presentan todos los elementos necesarios para su seguridad en el uso. Cada uno de los pisos de internación se encuentran organizados alrededor de un espacio central, de modo que de un golpe de vista el paciente pueda ubicar el lugar a donde quería dirigirse, ayudando de este modo a su orientación. La pérdida de la noción espacio-tiempo es una característica de los enfermos de alzheimer por lo cual la organización del espacio debe simplificar su orientación. Ese espacio central además se encuentra rodeado por una circulación (delimitada parcialmente por muebles bajos de modo de no cortar la visual del paciente) cuya función es deambulatoria, puesto que en muchos casos estos enfermos necesitan caminar casi en una actitud compulsiva a lo largo del día. Permitir esta actividad en un ambiente controlado y reconocido por ellos es de suma importancia. Cada piso de internación funciona como una unidad independiente y desde la central de enfermería se controla no solo el piso de la internación, sino también la circulación vertical y el acceso al piso, mediante contacto visual (panóptico) y mediante un sistema de control automatizado (de modo que el enfermo no pueda salir sin la autorización del piso). La materialidad de los espacios componentes del Centro y de su equipamiento fue propuesta reforzando la noción de espacio doméstico, mediante la utilización de materiales cálidos y amigables.
La tecnología como operador terapéutico
A la organización funcional mencionada le hemos sumado los elementos que desde la cualificación espacial y apoyados por las nuevas tecnologías también colaboran en el tratamiento del paciente. Una de ellas es la luminoterapia, en donde a partir del cambio en la iluminación se evita parte de la medicación y se direcciona a la acción requerida. Para ello trabajamos con luminarias que permiten la variación de la temperatura de la luz, de modo de poder utilizarla de acuerdo al estado que se necesita inducir en el paciente. Por ejemplo luz fría para aquellos momentos en que se requiere que el paciente entre en actividad (por la mañana al inicio del día) y cálida al contrario, cuando se requiere que el paciente se relaje (para los momentos de descanso o próximo a ingresar a un período de exitación). También se utiliza para la regulación de los ritmos circadianos, ayudando a la diferenciación de la noche del día. Otro elemento que colabora y complementa el anterior es el control centralizado de los elementos de oscurecimiento, cortinas de enrollar, colaborando a la inducción a la relajación para el descanso nocturno. También se utiliza la iluminación como orientación hacia los locales que el paciente seguramente necesitará y muchas veces no recuerda donde se encuentra. Y se propone la utilización de pictogramas apoyando el hecho de ayudar a recordar el uso de los diferentes elementos y locales.
La musicoterapia también es utilizada para la diferenciación de la noche y el día, momentos de actividad y de relajación.
Los elementos mencionados se operan de un modo automatizado y centralizado de modo de optimizar la disponibilidad el personal para la atención directa de estos pacientes reduciendo lo más posible su ocupación en cuestiones operativas del edificio.
Sobre os Autores:
Mariana Irigoyen es Arquitecta y Especialista en Planificación del Recurso Físico en Salud, FADU, UBA. Desde 2006, conjuntamente con los arquitectos Erik Guth y Luciano Monza, integra el estudio ArquiSalud dedicado al desarrollo de proyectos de edificios para la Salud. Ver www.arquisalud.com.ar Luciano Monza es Arquitecto, Especialista en Planeamiento del Recurso Físico en Salud y Especialista en Ciencias Sociales y Salud. Ex Presidente y Vicepresidente de AADAIH (Asociación Argentina de Arquitectura e Ingeniería Hospitalaria). Docente en posgrados de AADAIH, FADU-UBA, FAUD-UNC, UOC Barcelona, y IAHCS Porto Alegre. Disertante en congresos en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y Noruega. Presidente del Congreso Mundial IFHE 2014. Socio de ArquiSalud.
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